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Bienvenidos a las Aulas del Futuro

Si la pandemia fue símbolo de las prácticas emergentes, todo indica que su legado podrían ser las colaborativas. ¿Qué podríamos hacer para que el proceso de cambio iniciado en 2020 no pierda impulso?

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"Los enormes avances en términos del uso de la tecnología en la escuela"

En toda la región, las clases presenciales han vuelto con un ritmo y una alegría que hace mucho no se veía. Los rostros felices de alumnos, docentes y padres parecen adelantar el final de un periodo de aislamiento mucho más largo que el que habíamos previsto. Durante estos dos años los enormes avances en términos del uso de la tecnología en la escuela sirvieron fundamentalmente para apoyar la gramática escolar. La vasta utilización de herramientas de videoconferencia y de gestión de tareas o comunicaciones procuraron mas emular la organización de la escuela, que ya lleva más de un siglo con pocos cambios, que producir transformaciones.

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Para acomodarse en la emergencia, instituciones y algunos distritos educativos hicieron importantes inversiones en conectividad, notebooks, cámaras y micrófonos, que les permitieran asegurar la continuidad educativa, casi siempre en clave de la organización tradicional.

Será complejo (y tal vez vano) analizar si se logró el objetivo, pero se pueden extraer varias conclusiones positivas como la revalorización del rol docente, y la extraordinaria gestión de la emergencia que pudieron afrontar los directivos. Para los alumnos este periodo puso a prueba su autonomía, ya que necesariamente los docentes tuvieron que apelar a una práctica centrada en la capacidad de búsqueda y análisis de sus estudiantes, que mediada por la tecnología facilitó los aprendizajes en grupo.

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Paradójicamente la pandemia revalorizó la búsqueda de espacios que favorecieran la comunicación y el aprendizaje colaborativo, hecho que se puso de manifiesto por el amplio uso de las aplicaciones de videoconferencia y murales compartidos. Resulta curioso que, luego de tantos intentos infructuosos, haya hecho falta un agente externo como el COVID para que la escuela diera sus primeros pasos en la adopción de prácticas de blended learning, aunque de todas maneras, es pronto para cantar victoria.

Recordemos que ya hace más de medio siglo Everett Rogers describió la difusión de innovaciones como un proceso secuencial, que puede incluir etapas en las que no se verifiquen avances, e incluso tener retrocesos, razón por la cual es pronto para sacar conclusiones. El regreso a las aulas no debería ser un factor para que el proceso de innovación se detenga. Con la mayoría de las inversiones en equipamiento hechas (o en camino), la gran novedad es que los actores del sistema educativo saben cómo usarlas y tienen experiencia para sacarles provecho.

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No se trata solo de pensar en tecnologías digitales. Si queremos que se fortalezca el proceso de cambio, también tenemos que voltear la mirada hacia el aula y preguntarnos si esperamos que nuestros alumnos y docentes capitalicen sus experiencias innovadoras en los mismos espacios físicos de hace tres años. Si aspiramos a proponer metodologías de aprendizaje por proyectos, o agrupar la clase en varias islas en una modalidad de rotación como proponen Horn & Staker en su libro Blended (Using Disruptive Innovation to Improve Schools), vamos a necesitar mucho más que una pizarra grande en el frente. Es un buen momento para resignificar el poder transformativo de los espacios, y dotar a las aulas con nuevas superficies de reflexión y escritura espontánea en cada pared, cada ventana o también con dispositivos móviles.

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En todo caso, ya sea que la innovación pase por lo digital, lo analogico o ambos, la clave está en entender para qué usar ahora estas nuevas herramientas y para ello, es necesario definir en forma compartida junto a toda la comunidad educativa, un nuevo propósito superador a la emergencia de la clase virtual.

A partir de nuestros hallazgos, hemos planteado el importante rol de los directivos en la construcción de un ecosistema de apoyo a los cambios. En todas las investigaciones surge que un contexto favorable es un gran predictor de éxito en los procesos de cambio, y en estas circunstancias se presenta la oportunidad de realizar intervenciones directas que apoyen a los docentes innovadores, por ejemplo, aquellos que adopten prácticas centradas en el alumno como proponer construcciones colaborativas del aprendizaje.

Como siempre, el desafío es promover un ambiente de aprendizaje efectivo, pero esta vez el contexto es diferente, y al salir del encierro la propuesta es repensar la metodología de la enseñanza presencial incorporando la virtual, teniendo en cuenta que son diferentes pero pueden ser complementarias.

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